martes, 3 de marzo de 2015

Misterio infinito...

Se esconde mi mente enmedio de aquel espejismo que, otra vez, suponen tus piernas. Tan bellas y placenteras. Mientras permanecemos solos entre éste misterio infinito.

Tú, la dueña de este corazón siamés, tan lejana que me duele. Es difícil asumir que te has vuelto mi droga, reemplazando al tabaco y dejando a mis labios resecos con resaca de tus besos.

Me drogo, con tus pensamientos.
Alucino, con un mundo sin tiranos y sin gente malvada.

Desde éste folio me desangro. Las últimas gotas de mi sangre manchada con las huellas de tu boca. Boca, de la cual tengo cruda.

Con la posibilidad más ínfima de que encuentre tus besos en la botella de la que bebo me encuentro, incluso en este instante, con cruda y cocinado por la calidez de tus brazos.

Tú, la poesía que antaño vengo escribiendo vuelta mujer. Igual de loca e irreverente que las letras de un chaval de dieciseis creyendose jarcor.
No necesito mezclar cinco drogas distintas para verte y comprender tus palabras revolucionarias. Palabras, tuyas, que rebotan en los rincones más profundos de mii mente. Como un enjambre de ideas, zumbantes, cua centenar de abejas.

Quisiera gritar la injusticia, pero tengo tu nombre atravezado en la garganta.
Quisiera dormir, pero tego tu imagen atravezandome los parpados.

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