lunes, 2 de junio de 2014

Viviendo entre domingos...

Y llegaste...

Llegaste como suelen llegar las aves huyendo del frío invierno del norte.
Llegaste como llega la inspiración de éste poeta decadente en las madrugadas.
Llegaste como aquel rayo de luz de luna que se escurre entre las persianas.

Y te quedaste...
Permaneciste inmóvil a mi lado, como si esperaras a que despertara.
Supiste ser aquella que comprendía todo lo que deseaba y anhelaba.
Creaste recuerdos imborrables en mi memoria, cuales cicatrices enterradas.
Y como tú no volvería a haber ninguna, tal vez. Era lo que yo pensaba.

El tiempo pasó...
Los ánimos en tu tierra natal volvieron a ser los de antes, y al ver que podías regresar, no dudaste ni un solo instante.
No pensaste en el mal que me causaba tu lejanía, y volví a ser el de antes.
Volví sobre mis pasos una vez más, alejándome...

Al año siguiente regresaste, y estabas radiante.
Fue como si nunca hubieras escapado de mi lado, pero yo, seguía esperándote.
No esperaba a la tú que volvió, esperaba a la de antes.
Fue como si tú te hubieras escapado entre vientos trepidantes.



Te fuiste. Nunca más te volví a ver. No sé que pasaría contigo.
Ahora, yo solo sigo viviendo entre domingos...

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